Aunque el concepto de ‘cultura preventiva’ nació hace más de treinta años, aún a día de hoy la mayoría de empresas no tiene interiorizada esta filosofía y, por tanto, no aplica la tan necesaria metodología ni los hábitos laborales que esta conlleva. Este desdén hacia las prácticas de seguridad propugnadas por la cultura preventiva es especialmente acusado en nuestro país, y va más allá de la mera dejadez: es una cuestión que tiene que ver, sobre todo, con las costumbres arraigadas en el seno de nuestra sociedad (de la que el entorno laboral no es sino un reflejo concentrado), y que van heredándose generación tras generación.
Como decíamos, hallamos el origen de la cultura preventiva a finales de los años 80. A raíz de la catástrofe acaecida en la central nuclear de Chernóbil, los organismos responsables de velar por la seguridad en el contexto laboral se dieron cuenta de que había que implementar nuevos métodos para prevenir que algo semejante volviera a ocurrir. Dichos métodos incluían cambios drásticos en la legislación correspondiente, nuevas y claras directrices a seguir, programas de concienciación y formación (tanto para empleados como para altos cargos), etc. En definitiva, toda una serie de medidas que, en su conjunto, conformaban lo que dio en llamarse la ‘cultura de seguridad’. Con el paso de los años, esta nueva manera de hacer las cosas en el ámbito laboral se globalizó y pasó a ser denominada cultura preventiva.
Claves de la cultura preventiva
Puede decirse que la cultura preventiva se cimenta sobre dos pilares fundamentales: la responsabilidad activa de los altos cargos y la educación preventiva. No cabe duda de que los individuos con empleados a su cargo (directores, jefes de sección, capataces, encargados de planta, etc.) deben de ser los primeros en predicar con el ejemplo. Si los empleados de los que son responsables no observan un comportamiento ejemplar por parte de sus superiores, difícilmente obrarán de manera correcta (al menos en cuanto a cultura preventiva se refiere).
Pero, para que esto suceda, es necesario que previamente los altos y medios cargos estén plenamente concienciados, así como formados de manera correcta, en todo lo que concierne a la cultura preventiva. Es decir, que sin una correcta labor de educación preventiva nuestro modelo laboral seguirá fracasando en materia de seguridad y prevención de riesgos laborales. Y esta labor formativa debe ser llevada a cabo, de manera estricta y continuada, por los organismos gubernamentales pertinentes. Aunque es cierto que la Unión Europea ha avanzado mucho al respecto en las últimas décadas, las medidas pactadas siguen sin tener un impacto significativo (al menos no el deseable) en España.
Niveles de la cultura preventiva
En la cultura preventiva suele hablarse habitualmente de cinco niveles, que se corresponden con los diferentes estados o categorizaciones en los que se encuentra una empresa en materia de seguridad y prevención. Son los siguientes:
Nivel patológico: Las empresas que se encuentran en este nivel (como su nombre indica, el menos riguroso preventivamente hablando) solo toman medidas y actúan cuando la autoridad pertinente se lo exige. Nivel reactivo: En este nivel se sitúan aquellas corporaciones que toman medidas cuando ocurre un accidente, es decir, que actúan “a toro pasado”. Nivel formalista: En el centro de esta ‘jerarquía de la prevención’ encontramos a aquellas empresas que sí cumplen con la normativa y tienen implantado un correcto sistema de prevención (con auditorias regulares, métodos de concienciación en materia de seguridad y salud laborales, etc.). Nivel proactivo: En el nivel proactivo se hallan aquellas organizaciones que tienen implantado un sistema preventivo ya consolidado, cuyo correcto funcionamiento está más que constatado. Tanto directivos como empleados están plenamente concienciados, por lo que la comunicación en materia de seguridad y prevención fluye de manera óptima. Estas empresas se adelantan a potenciales riesgos y ya no requieren de tantas auditorias como las que se encuentran en los niveles anteriores. Nivel generativo: En el escalafón más alto de esta escala encontramos a aquellas organizaciones que han logrado hacer de la cultura preventiva una de sus máximas, uno de los pilares de su dinámica de trabajo. Cada decisión, sea esta tomada por un empleado o por un cargo alto o medio, está sujeta a consideraciones previas estudiadas con meticulosidad, por lo que apenas tienen lugar errores en materia de riesgos laborales.